Vivimos en una sociedad materialista.
No es nada nuevo esta afirmación; solo es importante si uno la dice porque se
da cuenta de algo. Empezamos a acumular desde temprano; algunos desde las
colecciones, y otros con el deseo imperioso de poseer algo. La verdad es que
nos vamos llenando de cosas, de cuadros, de libros, de muebles; tanto, que
hasta que cuando tenemos de mas, debemos tratar de guardar lo que se desborda, haciéndose
necesario tener un maletero, o para los que
viven al norte de América, un ático.
Nosotros no tenemos áticos en mi
país, pero algunos tenemos maleteros, closets o cuartos auxiliares. Todo al
final, sirve para guardar. Puede pasar que pase una generación entera, y que
por lo lleno del espacio, no lleguemos a saber que tenemos guardado. No botamos
nada y seguimos adquiriendo. En el afán de poseer y tener, llenamos todos los
espacios y luego nos olvidamos de ellos, y así, seguimos guardando cosas que
con el tiempo iremos olvidando. ¿Si pasan muchos años, es posible que nada de
lo guardado nos haga falta? Es posible que no, por lo que pudiéramos prescindir
de todo.
Hemos visto cantidad de películas
donde al desaparecer (morir), el protagonista, lleguen los hijos como a tratar
de abrir puertas al pasado. Entonces abren cajas ocultas, suben a los áticos,
abren maletas y todo para descubrir secretos ocultos que en vida no fueron capaces
de compartir o de hacer saber. ¿Qué sería de una cantidad de obras, libros y teatros
si no existieran los áticos, cajas, maletas o maleteros?. (Lo guardado esconde
misterios y quizá, las sombras.)
Pero puede pasar, que un día uno se canse de
convivir con tal cantidad de cosas que no hacen falta, o peor aún; que le
pertenecen a alguien que hemos dejado de ser. La paradoja es interesante: convivimos
por años en ambientes creados a la medida de personas que entonces fuimos, pero
que ya no somos más, y lo dejamos pasar, porque no nos hemos dado cuenta, o porque no
nos atrevemos a avanzar. Uno debe tratar de hacer el intento cada cierto tiempo,
de observar lo que le es propio, lo que ama, lo esencial, lo fundamental, y así
limpiar todo el resto. Por eso quizá, se inventó la “venta de garaje” o
cualquiera de las páginas de ventas de cosas usadas que hay en internet.
También tenemos la opción maravillosa de identificar lo que tenemos y que le
puede hacer falta a otras personas, o simplemente, donarlas.
Nosotros somos así, con nuestros
apegos y creencias. Vivimos llenando nuestros mundos de ideas, creencias,
paradigmas y todas aquellas cosas metafísicas que nos alejan por un lado, de la
responsabilidad que tenemos de crearnos a nosotros mismos, y por el otro, de no
permanecer en un área de confort que nos protege y nos mantiene con cierta integración
y resignación con el mundo. Para ello, hacemos como colecciones de cosas que fingen
forjar la personalidad y el carácter, pero que paradójicamente nos hace más
vulnerables a la pérdida de nuestros apegos. Nuestro poeta venezolanos Arturo
Uslar Pietri, nos decía en unos de sus poemas que, “seguimos los pasos del
hombre que vamos siendo”. Magnífica frase que nos cuenta que lo que somos
pudiera ir más aprisa de lo que nos damos cuenta que realmente somos. Y eso es
exactamente lo que pasa: buscamos en nuestros maleteros o áticos, las
respuestas a lo que la vida nos va demandado, y vamos respondiendo en función
de alguien que fuimos o dejamos de ser. Se hace necesario entonces, hacernos
cargo de los pasos que nos va dejando nuestra transformación como ser humano, y
tratar de seguirlos; a veces, sin darnos cuenta, pues la vida es así, un manojo
de experiencias maravillosas y transformadoras del ser.
También a veces, lo
hacemos mediante acciones permanentes y deliberadas que se transforman en
hábitos, en creencias, para constituir realmente lo que somos, en un momento
determinado. Podemos construir mundos y tener junto con el creador, la
responsabilidad compartida de crearnos, modificarnos y querernos a voluntad,
como lo expondría Rafael Echeverría en su texto, “Como Dioses”.
Hoy, quiera declarar y prometer que
quiero limpiar mi casa en el entendido que se convierta en metáfora y pueda
desde el desapego, desprenderme para siempre de aquellas cosas, recuerdos y
creencias, que de alguna manera me siguen anclando a lo que he dejado de ser,
hace ya, bastante tiempo. Los invito a limpiar sus cuartos, maleteros, áticos y
que saquemos nuestros secretos profundos, sombras, miedos, y dejemos los
espacios vacíos, ya que el amor, la confianza, la paz, la hermandad, el
desapego, la valentía, la tolerancia y otras más, no ocupan espacio pero pueden
llenar nuestras vidas, de la maravillosa
experiencia de “ser”, y darnos cuenta de
ello. (En esos espacios comúnmente, guardamos resentimientos, rencores,
tristezas y fracasos.)
¿Cómo practicar el desapego material?,
cada quién seguro, pudiera tener sus propias reglas. Solo comparto con ustedes,
algunas ideas:
- Limpiar el closet de ropa.
Seguro hay gente que necesita un poco
- Pararse en su casa y observar.
Ver cuántas cosas tienen que ver con nosotros y cuáles ya no. Aquellas que
no, siempre pueden tener un mejor destino para quién lo necesite
- No dejemos que nuestros libros
pasen una generación sirviendo solo de posesiones. Se llenan de polvo, se
ponen viejos. Alguien seguro, los necesita
- Cuadros y objetos de arte. No
somos museos. No condenemos a alguna obra a que solo sea vista por
nosotros
La gente que se muda de país, sabe lo
que esto significa. A veces, tienen que meter todo su mundo en una sola maleta
y dejar atrás lo demás. ¿Qué meterías en tu única maleta? ¿Qué te llevarías y
por qué?
Hacerse las preguntas correctas nos
lleva a lugares precisos y deseados.
Alberto
1 comentario:
Es cierto que los seres humanos creamos un vínculo sentimental con los objetos, con lo material. Cada quien desde su vacío intenta llenarlos con algo más, ignorando completamente el dolor que puede causar esa sensación de "hueco". Lo relaciono directamente con dolor, con algo negativo porque ya de por sí no aceptarse a sí mismos, no perdonarse, no recibir los cambios que se salen de nuestras manos y no intentar buscar las puertas que quizás no queremos pero que necesitamos...lo es. Sin embargo, pienso que la vida de alguna manera nos obliga a romper esos obstáculos, para algunos se dificulta más pero otros sí prefieren abrir sus mentes e incluso aprender de los errores de los demás. Simples cosas como haber cometido un error y no saber perdonarnos por ello, nos puede sumergir en un eterno lamento cuando en verdad estamos atados a una cadena que no está fija desde su otro extremo. Otro ejemplo, y es algo que se ha incrementado muchísimo los últimos años en Venezuela, familias separadas y regadas por todo el mundo, a muchos les ha tocado despedir a un familiar " de lejos" que partió a otro plano, suelen sentirse culpables por no haber estado presente, porque quizás sienten que fueron egoístas en partir cuando pudieron pasar más tiempo con ese alguien especial y cercano y finalmente suelen castigarse creando un vínculo inmediato con los objetos de esa persona, solo porque le pertenecían. Este duelo, como todos en otros ámbitos de nuestras vidas se debe aceptar, vivir pero sobretodo SUPERAR y aprender a soltar.
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