Existen varias escuelas de coaching ontológico que preparan
a las personas para ayudar a otros a transitar por caminos que antes los
limitaban y les impedían cumplir con metas u objetivos. Lo interesante es que
para ayudar a otros, tengamos que cambiar nosotros. En la medida que podamos
despojarnos de la influencia del ego, podremos desde la humildad, reconocer a un
otro, como “auténtico otro” y escuchar con atención plena lo que le inquieta, acompañarlo a través de preguntas en lo que lo
limita, y que pueda generar mundos nuevos de posibilidades de ser mejor o sentirse
mejor consigo mismo. (lo “mejor” es un juicio)
En la mirada del coaching se desarrollan competencias para
distinguir lo lingüístico, de lo emocional y lo corporal. En Gestión de Gente,
solíamos llamarlo como “pensar, sentir y actuar” Desde el coaching
ontológico que usa la ontología del
lenguaje como conocimiento necesario para facilitar procesos, entendemos que
estos tres elementos se encuentran relacionados entre si, haciendo que cualquier
alteración de alguno de ellos, afecte a los otros dos. Es así como “estar
triste” se evidencia en la forma de hablar y en la postura corporal, o si
sentimos un dolor físico, pueda afectar el estado emocional e igualmente afectar la
expresión lingüística. También se plantea, que podemos actuar sobre alguno de
los tres a través de otro. Es decir, podemos hacer intervenciones emocionales a
través de una declaración o podemos hacer intervenciones emocionales a través
del cuerpo.
Es tan importante esto para la gestión del coach, que el
presencia centrada en la escucha con el asistido, se deba observar permanentemente
la coherencia entre lo que dice, con lo que siente y con su cuerpo. A través de
allí, la indagación se hace transparente para ambos, en la validación continua
de su proceso de “darse cuenta”.
Ahora bien, David Cooperrider y Miriam Subirana en su libro Indagación
Apreciativa, (2013), plantean que el modelo de tres elementos no explica suficientemente todos los fenómenos que ocurren en las personas y que se hace
necesario incluir a la "experiencia", como un cuarto elemento. Al respecto
mencionan que “el encuadre lenguaje, cuerpo y emoción no da cuenta de la
dinámica generativa de la experiencia…”
(pag.349), haciendo alusión a una figura triangular ique junta a la emoción y el cuerpo. Me ha parecido interesante
representar el modelo mediante círculos que se entrelazan
Figura·1. La experiencia en la estructura de coherencia. Basado en Cooperrider y Subirana, 2013
¿Cómo entendemos este modelo?
Puede ser mediante la vivencia visual de la expresión
de la estructura de coherencia. Angel-A, es una película francesa del 2005,
dirigida por Luc Besson y protagonizada por Jamel Debbouze y Rie Ramussen. Trata
de un hombre acosado por sus vivencias y por deudas contraídas, por lo que
decide quitarse la vida lanzándose desde un puente. Cuando lo va a hacer,
observa a su lado, a una mujer con intensiones de hacer lo mismo, y en efecto
lo hace. Acto seguido el se lanza para salvarle la vida, resultando ser un
ángel que debe mostrarle otra mirada de sí mismo.
La escena del espejo es sin
dudas, relevante, entrañable, sentida y muy explicativa de lo que he escrito.
Allí podemos observar la vida de un ser, que se manifiesta emocionalmente y
corporalmente, donde el poder de una declaración correcta en el momento justo,
le puede cambiar la vida. Este corto es usualmente utilizado para explicar la
auto estima. El juego de palabras, la magia del ángel, el movimiento de
cámaras, las expresiones y sentimientos, los convierten en una escena
memorable. Vemos, la estructura de coherencia moverse coherentemente. En la
escuela de coaching ontológico se dice que para transformaciones totales del ser, el “darse cuenta”
debe volverse cuerpo; y así sucede.
Pareciera que la experiencia, mas que ser un nuevo elemento, sea la amalgama de la estructura misma.
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