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domingo, septiembre 09, 2012

Con el viento en contra


Xabier ya toca los 60; tiene casi 20 años trabajando en la empresa. Es fundador, pero se siente excluido. La alta gerencia sabe que solo habla mal de la empresa, lo que hace que lo excluyan más. No se atreven a despedirlo. La opinión de Recursos Humanos es “que no es rescatable, y solo habla mal de todos y no quiere trabajar en equipo”

El caso de Xabier tiende a ser ya un lugar común en las empresas. Todas las veces que me ha tocado hacer Consultoría Artesana en alguna, he podido observar este fenómeno. Siempre hay un “bando” de profesionales que no quieren aceptar los cambios, por alguna razón, y que no se subordinan a los nuevos gerentes. Ejemplo de ello ocurrió hace unos años, cuando me encomendaron hacer un servicio social ocupando un cargo gerencial operativo. Fue una reorganización de estructura convencional a estructura matricial. Mis “recursos” asignados, casi es su totalidad, eran profesionales de alto nivel, con uno o dos postgrados. Sin embargo estaban “acuartelados” (o como cuando los soldados en una guerra se metían en una zanja para proteger el “frente” de guerra). 
Así estaban, y eso molestaba a la alta gerencia. Y fue tan evidente, tan profundo y tan arraigado, que mis labores de integración y positivismo no fueron suficientes, había algo que no sabía aún que hacía que esto se mantuviera. Al final y al corto tiempo,  terminaron renunciando, transferidos o jubilados, para colocar gente nueva que no estuviera “contaminada”. (De hecho, yo también habría de estar en esa lista, un tiempo después)

Son dos historias diferentes, y sin embargo con un hilo conductor común; en ambos casos se decía que ya no estaban comprometidos y que solo iban en contra de los intereses de la empresa. Y quizá en un momento, en un instante fuera así. La diferencia es de base, de raíz y nos hace plantearnos el siguiente cuestionamiento:

-          ¿La gente, porque sí, se vuelve en contra en un momento determinado y hace que sus supervisores los excluyan, o por alguna razón, excluimos a las personas primero y en forma progresiva, haciendo que ellas se sientan excluidas y comience el ciclo perverso y negativo?

A partir de este razonamiento me puse a investigar y supe que en el caso de Xabier, comenzaron  a olvidarlo, un poco por su por su edad y su actitud, y él como medida de protección, se encerró en sí mismo, excluyéndose y comenzando a atacar el “Status quo”. Como dicen, quizá no sea “recuperable” pero vale la pena intentarlo. Siempre es un acto de justicia, que nuestro talento humano, en la tercera edad, pueda retirarse con dignidad y orgullo de haber sido útil. Xabier, en nuestro caso, está siendo considerado para una promoción en un trabajo más acorde a su edad, y donde pueda interactuar nuevamente con la gente con la que fundó la empresa. Pero hay una alta resistencia en los demás.

El segundo caso es similar, lo que pasó es que los cambios ocurrieron con mucha rapidez y realmente no surtieron efecto mis acciones. La estructura directiva era nueva, no era comunicativa o solo lo hacía por memos internos, un tanto intimidantes. Los gerentes optaron por formar dos bandos, los “aliados y los contras”. No solo estaban en trincheras contra el poder superior, sino que estaban enfrentados entre sí. La alta gerencia aupaba el enfrentamiento por no estar alineados la mitad de ellos; pero no estaban alineados porque inicialmente se sintieron atacados y entraron en la espiral negativa, hasta sus últimas consecuencias.

El problema es, en esencia, que no hemos aprendido a trabajar, gerenciar o delegar en ambientes adversos o con “vientos en contra”. Se trata al igual que en la navegación, de poner el viento siempre a nuestro favor, aunque tengamos que viajar en contra. Los navegantes lo saben hacer y hacen maravillas navegando en “zig-zag”. Se trata además de todo un conocimiento sobre el viento y las velas, que tras una larga formulación de fuerzas transformadas en vectores, logran avanzar aunque tenga el viento de frente o viento en contra. El viento en contra genera una succión en la vela que hace avanzar a la embarcación. (Para saber más de esto, puedes ir a esteblog

No se trata entonces, que al aparecer el viento en contra, nos sintamos excluidos y posteriormente inutilizados gerencialmente. Lo peor que podemos hacer, es no hacer nada. Se trata de usar las fuerzas adversas para avanzar, así sea más despacio; no se vale cansarse. Los vientos cambian y inexorablemente los tendremos en algún momento a favor. (Lo que debe ser la regla y no la excepción). En este proceso de aprendizaje, no solo aprendemos nosotros mismos, sino que ayudamos a los que, ante la ceguera del poder del cargo, atacan para posicionarse.

Las personas en empresas no alineadas, tienden a caminar en sentidos distintos, por lo que definir estrategias,  necesariamente ayudan al propósito de avanzar. Ya son muchos los vientos adversos externos como para fomentar, o facilitar procesos internos de conflictividad. La gerencia debe estar pendiente de los síntomas para no dejar que sus empleados se “atrincheren”; ya que luego, será un poco tarde y lamentable.

Alberto


martes, julio 10, 2012

Cuando germinan las piedras (o florecer en la adversidad)


Cierta vez, estando en construcción la que vendría a ser mi primera casa como gerente, me fue indicado que debía ir a ver una excavación cercana y escoger de entre muchas, tres o cuatro grandes piedras que tuvieran algún interés arquitectónico, para colocarlas en el jardín.

Y resulta que en esa zona de Caracas, y por las características del valle, se encuentran excavaciones donde aparecen piedras gigantescas producto de grandes deslaves milenarios que fueron rellenando las laderas hasta conformar lo que es hoy. Así es que en la parte más cercana a las laderas, es que aparecen grandes moles de piedra.

Efectivamente, asistí a la excavación cercana y comprendí que aquello era un favor mutuo; yo tenía mis piedras y la obras se deshacía de ellas, para seguir excavando. Resulta que cada piedra pesaba entre 12 y 18 mil kilogramos y tuve que traer grúas especiales y camiones que soportaran tal carga. Así fue, como un día domingo y tras haber conseguido los permisos correspondientes, que cargamos de un lado a otro las piedras. La ubicación, me fue asignada según mi criterio con la única salvedad, que alguna debería ser colocada de tal manera, que “pudiera germinar”. ¿Germinan las piedras?, me pregunté entonces. Igual, y tras imaginarme como sería que germinan las piedras y quizá haciendo una imagen con alguna gramínea, fue que conseguí la ubicación, y la forma de colocarla. (La verdad es que una piedra de 12 toneladas solo se puede poner de pocas formas).

Al cabo de unos días conocí a Lia Bermúdez, una escultora venezolana que tenía como lenguaje artístico el “germinar de las piedras”, una suerte de conjunción o matrimonio entre la piedra y el metal, donde la metáfora sin duda, es el florecimiento del material inerte. Debo decir que eso es una parte maravillosa del construir; conocemos gente maravillosa. Lia es una persona sensible, humilde, profunda y muy creativa. En el proceso de la siembra, vimos, germinar a las piedras. Esta metáfora maravillosa la habría de recordar por años, y ahora, tras leer a Seligman y su Psicología Positiva, es que le puedo dar sentido escrito.

La verdad es, que las piedras aunque fuesen semillas petrificadas, jamás tendrían ese tamaño ni alcanzarían ese peso y mucho menos esperaríamos que germinara. Pero, en sentido estrictamente metafórico, se trata de la posibilidad de trascender en la adversidad, superar obstáculos, aprender de ellos y por si fuera poco, salir fortalecido. Es así como se puede florecer en la adversidad, en la pena. Víctor Frankl decía que “el hombre crece y madura en el dolor”. Y eso lo dijo desde un campo de concentración nazi donde pudo describir la forma, por medio de la cual habría de florecer y sobrevivir, para poder contar la historia.

De la Psicología Positiva conocemos que se puede aspirar a tener la felicidad plena. Depende por una parte, de nuestra carga genética, de las circunstancias que nos toca vivir (y en algunos casos, difícil de cambiar), y por ultimo depende de nuestra voluntad. Casi la mitad de nuestra felicidad depende de nosotros mismos. Se trata de conocer qué fortalezas hemos desarrollado, y ponerlas a funcionar en la búsqueda de nuestro bienestar. Muchas veces lo logramos y entonces la gente cercana piensa -“floreció en el desierto”. (Con poco agua, sin tierra, pero con voluntad de vivir y de “florecer”). 

Es por eso que me parece ahora, que las piedras también pueden germinar; porque su germen se encuentra en nosotros mismos; solo hay que trabajar en cómo hacerlo. Los seres humanos, en nuestra búsqueda del bienestar personal, podemos en algunos casos, toparnos con la posibilidad de alcanzarlo a través de la trascendencia. Y trascender así mismo, se puede entender cómo ayudar a otros, a superar las adversidades. Y es en las adversidades, que algunas personas ayudadas por otras, logran sobreponerse y evolucionar como seres humanos.  Es por eso, que vemos a enfermos, lisiados, incapacitados o discapacitados siendo felices. Trascienden a sus limitaciones y aprenden a florecer en la adversidad. Porque algún aprendizaje he de tener, que es el de comprobar que los procesos de la felicidad y los de la infelicidad no se encuentran en la misma dimensión ni en el mismo sentido; donde el opuesto de la felicidad es su ausencia y no, el sentirse infeliz o desgraciado.