El pasado 14 de noviembre en este
blog, traté de hacer un homenaje a mi madre a través de la gestión de proyectos
que realizaba, también como a través de ello lograba su realización personal,
fundada en las cinco vidas, de la nueva psicología positiva. Es necesario y
justo ahora, hacer la misma reflexión pero esta vez, con lo que significó la
vida de mi padre. Ambos fueron distintos pero complementarios y ambos sin duda,
disfrutaron de las fortalezas del otro.
Si mi madre era pragmática y buscaba resultados, mi padre hacía lo mismo
con las emociones. Partió sin dinero ni riquezas acumuladas, pero sé hoy, que
lo hizo con un corazón lleno de recuerdos, imágenes, sensaciones y emociones
positivas. Los proyectos de mi padre no condujeron casi nunca a productos
tangibles, sino a recuerdos y emociones. Todo lo que ganó en su vida, lo gastó
en acumular recuerdos ya fuera para su vejez, o para nosotros, ahora en la
madurez.
Al igual que mi madre, él se la
pasaba planeando. Sus metas como dije, eran derivadas de viajes, fiestas,
eventos, comidas, parrillas, celebraciones, invitaciones, cumpleaños, navidad,
y hasta las celebraciones del conejo de Pascua en el día de Resurrección. Los
productos de los proyectos de mi madre eran el marco perfecto para las celebraciones
de mi padre y así, ambos lo celebraron juntos por 60 años de casados. Todos los
domingos se hacía parrilla en mi casa, mi padre sacaba sus herramientas de
afilar, cortar, untar, calentar, doblar, toda una parafernalia, que
infinitamente disfrutaba. Seguro que todos los que estuvimos allí, lo
atesoramos profundamente pues representa y nos enseña cómo se puede ser feliz
compartiendo con la familia y los amigos.
Llegó al final sin dinero; todo
lo gastó en disfrutar con nosotros y construir castillos de sueños que nos
permitieran hacer lo mismo con nuestros seres queridos. Seguro él, no lo
recibió de su padre pues se vino muy joven desde Alemania, (solo para conocer a
mi madre, estaba escrito). Si mi padre hubiera sabido de mercadeo, seguro
hubiera dicho que él era BTL (below the line), que traduce “debajo de la línea”,
donde en marketing se colocan los eventos que involucran sensaciones y
bienestar, como conciertos, internet, atención en puntos de venta o fiestas. Fue
todo un BTL.
La verdad es que hace mucho bien
recordar, pues colocamos en contexto y traemos a tiempo presente lo que tenemos
en el baúl de los recuerdos. Nos sentimos atareados, complicados y no le
dedicamos tiempo a estar con esos recuerdos, que sin duda, nos constituyen como
personas; como las personas que exactamente somos en este momento. Tengo la
confianza que si dedicáramos algún tiempo, invertiríamos igualmente el tiempo,
en construir eventos y recuerdos; que al final, en el verdadero final, es lo
realmente nos podemos llevar, junto con lo que les dejamos a los demás. Él lo
sabía. Por eso nunca tuvo interés real por lo material, no compró tantas cosas;
si acaso nos lo compraba a los demás para disfrutar de ello.
Decía claramente Maya Angelou,
poetisa y activista por los derechos civiles de Norte América,
“La
gente olvidará lo que dijiste,
olvidará lo que hiciste,
pero nunca olvidará cómo les hiciste sentir.”
Es por eso que las
empresas deberían ocuparse además de los salarios, de las compensaciones
emocionales. Una empresa, debería ser como era mí casa: una fábrica de
emociones; donde un evento sucedía a otro y a otro; donde los amigos y sus
amigos querían ir, donde la familia quería asistir. Yo siempre pensé que las
fiestas de navidad en familia, donde todos fuimos felices, fue aporte de mi
madre; pero ahora se, que fue de ambos. Mi padre era el genio del BTL, y así
vivió toda su vida.
Hoy,
honro su memoria, honro su legado y reconozco que el creador de emociones que
puedo ser hoy, se lo deba sin dudas a él. Lástima que los hijos nos demos
cuenta de ello cuando no podemos hacerlo con ellos. Pero así son las cosas. Hoy entiendo que mi padre, se fue siendo muy
rico, aunque siempre fue muy generoso.
Te
recuerdo mucho…
Foto
la original tomada de www.taringa.net