Los romanos antiguos le
aportaron al mundo y a la civilización uno de los inventos más importantes que
han permitido el avance de la tecnología de la construcción, y de la calidad
espacial: el arco. Son dos pilas de piedra que al llegar a la altura, se
comienzan a curvear hasta llegar al centro. La pieza del medio se ha llamado,
la “clave”. Si uno retira la clave, es muy probable que se derrumbe el arco y
todo lo que soporta.
Cierta vez en la mitad del
siglo XX, un notable diseñador pensó en un modelo espacial, llamado domo
geodésico. Es ese momento de la arquitectura modernista, los alardes
estructurales eran parte del diseño mismo lo que hizo que se construyeran
verdaderas maravillas en concreto armado. En mi país, un diseñador concibió un
domo que albergaría una función de transporte colectivo. Cuenta la leyenda
urbana, que en el diseño y su revisión, se dieron cuenta que algunos
componentes de la arquitectura tenían resultado cero, es decir que por alguna
razón no le aportaban ni quitaban estabilidad al domo; no tenía cargas. Y se lo
quitó. Lo que pasó luego es que para retirar el encofrado que le sirvió de
molde notaron que si se retiraba todo, la estructura se hacía inestable, se
movía e iba a terminar en el suelo. Hoy, es un hermoso domo, que es soportado
por otro domo metálico que se le construyó encima para poder estabilizarlo. A
veces quitar una pieza cero puede desestabilizar a un sistema estructural.
En las empresas pasa lo
mismo. Cuando se retira la clave de una estructura organizacional, se deben
tener planes y estrategias para recomponer las piezas que quedarán desarmadas.
Pero no siempre es tan evidente qué pieza es la que soporta la estructura o
cual pieza de carga cero pudiera desestabilizar todo el sistema.
Estefanía lidera un equipo
de trabajo en una empresa. Tiene la responsabilidad de re estructurar su
dependencia y convertirla en matricial. Es más, debía ser un híbrido, pues
funcionalmente todos le reportaban, pero se trabajaba por proyectos. Se designó
el equipo, comenzaron a trabajar con tropiezos pues es difícil cambiar de
estructuras de trabajo establecido o más aún trabajar en dos estructuras simultáneamente.
El grupo recién formado siguió los pasos de la formación de equipos de alto
desempeño, EAD, (Truckman), y pasaron por todas sus etapas: formación,
tormenta, normas y desempeño. Al final era un equipo totalmente estructurado,
eficiente y proactivo. Además de los planes anuales y sus planes funcionales,
habían decidido trabajar en proyectos de comunicación, integración, calidad e
innovación. Era impactante verlos trabajar en equipo, generar valor y crecer en
eficacia.
Sin embargo a Estefanía le
pareció que era una pérdida de poder y decide re estructurar nuevamente su
dependencia; esta vez por ella misma. Por un largo tiempo analiza, consulta,
entrevista pero no logra detectar la “clave” del equipo para desarticularlo y
poder reorganizarlo nuevamente. Desde un inicio, era un error, pues quería
descomponer un equipo altamente eficaz solo por una razón personal. Lo más indicado
hubiera sido que ella se integrara al equipo y asumiera su liderazgo por medio
del compromiso, la facilitación de los procesos, lograr el equilibrio entre
retos y recursos, y con el apego
positivo.
Luego de analizarlos por
casi medio año, al fin consiguió el “talón de Aquiles” No tenía que buscar a la
“clave” ya que todos trabajaban en equipo, solo tenía que buscar la pieza de “cargas
cero”, aquella que desestabilizaría todo el sistema. Y lo consiguió. Lograr los cambios a través de acciones que generan
desconcierto, malestar, e intrigas, no sirve para hacer nuevamente un traje a
la medida.
Luego de cinco años, todas
las piezas del “arco” han renunciado, han sido despedidos o cambiados. Ya no se
trabaja por proyectos de innovación en ese departamento. De hecho, Estefanía ya
tampoco está allí.
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