“No es solo poner un huevo, hay que saber cacarearlo”
“Que mi mano izquierda no se entere lo que da mi derecha”
Las dos frases anteriores, antagónicas en esencia pero relacionadas al mismo tema, se las escuché decir a dos altos gerentes de dos empresas importantes.
La primera la escuché en el ámbito interno de una empresa. Se trata, al igual a como hacen las gallinas que hacen una fiesta de sonidos (cacareos), recién acabando de colocar un huevo en su nido, el hacer suficientemente conocido en la organización, algún logro proyecto o proceso mejorado. Se trata de informar suficientemente lo que hicimos, cómo lo hicimos y con quienes lo hicimos. La reflexión cambia un poco cuando se trata de acciones de responsabilidad social empresarial. ¿Lo debemos decir, o lo debemos callar?
Todo depende de las condiciones socio políticas del país y más aún, del mismo ambiente interno de la empresa. Si un gobierno lo hace permanentemente, ¿no es suficiente razón para seguir el ejemplo? Quizá en condiciones normales, todos deberíamos estar un poco callados con respecto a la difusión y comunicación, pero frente a un Estado paternalista, se hace necesario informar también, lo que en avances de visones sociales, debiéramos difundir.
La Responsabilidad Social Empresarial, llega a ser en numerosos casos, parte de su estrategia, cuando las organizaciones con visión social, deciden equiparar y nivelar “hacia arriba” a su talento humano, para lo cual establece, derivado de esa estrategia, las más variadas tácticas y planes de acción. La difusión en este caso, no quita méritos a la intencionalidad o a la más genuina de las intenciones sociales.
Ser socialmente responsable, es una actitud empresarial, por lo que debería ser en mi opinión, suficientemente difundida y conocida por todos los integrantes. Además, al final del proceso, la RSE se convierte (o se convertiría) en parte de la cultura misma, gestando proyectos colectivos sociales, que sin duda, abarcarán mucho mas allá las fronteras de la empresa, para desarrollarse como actitud individual y acto invalorable de creación colectiva.
Desde el ámbito de la “Gestión del Conocimiento”, se trata de transferir, el cómo podemos ser mejores, al ser socialmente responsable, para dejarle a las personas, las decisiones de andar por el mismo camino y desarrollar proyectos sociales con otras empresas, con los vecinos o con el entorno inmediato. El poder multiplicador nace, en este caso de ejemplo mismo, de la observación, de la imitación positiva, de los beneficios que se logran, se palpan y se obtienen.
La segunda frase, conlleva también un carácter social y viene a ser justamente lo opuesto a lo planteado. No contradice sin embargo a lo escrito, sino que pudiese complementarlo. La diferencia es sutil, y se trata de mantener y preservar la dignidad de la gente.
Se trata que la difusión se realice como parte de la cultura y no bajo la premisa de quien espera algo a cambio. De allí de que la mano izquierda no se entere de lo que la derecha hace y entrega.
En las empresas con cultura del “dar”, no se afecta la dignidad de la gente, pues la misma actitud responsable se deriva de la actitud misma de los promotores empresariales, y por ende, como cultura de sus empleados y relacionados. Es al final, una orquesta de actitudes socialmente responsables, cuya música misma o partitura se encuentra escrita desde el mismo origen de la organización.
El “dar” como un valor digno, y no como una moneda de intercambio de quién recibe migajas de la calle, y de quién las reparte. No se trata de dar cosas esperando obtener fidelidad a cambio. No se trata de comprar el silencio, sino que se cante cada vez más alto, como una forma de relacionarse, convivir, aprender y crecer juntos.
Alberto
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