Los seres humanos tenemos la tendencia de “etiquetar” a la gente. Quizá en las primeras impresiones, es que pensamos que es lo que el otro es, y lo que le pasa, y le colocamos una etiqueta. Luego de eso, siempre que veamos a esa persona, le “veremos” en la frente, la etiqueta que le colocamos.
Resulta que hace poco tiempo, se encontraba una periodista hablando de un líder político. Ha ocupado altas posiciones, ha sido fundador de partidos y un opositor a regímenes políticos adversos a la democracia, pero no ha logrado ser popular. La verdad es que la gente no lo quiere y siente algún tipo de rechazo cuando conversan de el. Resulta que la periodista dijo esta frase:
-”No confundan la timidez con la arrogancia”
Nuevamente se evidencia el poder de la comunicación y del lenguaje. Lo que ella hizo, es poner en evidencia la posibilidad que tenemos de etiquetar a alguien por lo que “parece ser” y no por lo que realmente pudiese ser. Aunque la gente va cambiando con el tiempo, no se trata como en este caso, de pasar de un extremo a otro. Es cierto que una persona tímida puede centrarse en si misma, y parecer arrogante. Pero en imagen, en lo que se observa, podemos confundirnos y colocar la etiqueta incorrecta. Los gerentes que conducen o acompañan a otros en la realización de sus labores, no deberían etiquetar a ningunos de sus trabajadores. Desde la escucha plena, se debería indagar, conocer, aprender, aceptar, y por sobre todo, reconocer al otro como uno auténtico y valioso.
En el caso del gerente con competencias de coach, es fundamental que se plantee que en la construcción de juicios personales y de otros, no corra el riesgo de cometer tal equivocación. No solo se trata en este caso de validar con el otro los juicios que sobre el nos hacemos, sino de estar seguro de la forma de hacer las preguntas correctas. Emitir un juicio a otro, “¿eres arrogante?, no es lo mismo que preguntar, ¿Dónde te ves mas tu, desde la arrogancia o desde la timidez?. Los coaches solemos trabajar mucho con juicios de valor y desde la tranquilidad que nos da el validar con el otro nuestros juicios, nos quedamos tranquilos. Pero resulta que luego de una sesión, el asistido, ante la inseguridad de lo que es, se pueda quedar con nuestro juicio:
-!ahh es que soy arrogante…!, (y quizá no lo sea.)
La validación entonces, en los procesos transformacionales del ser desde el coaching ontológico, quizá no sea suficiente para avanzar o desplazar al otro y no es suficiente que el otro llore, lo reconozca, se resienta. Existe algo más en la indagación de nuestros juicios que no dependen solo, de los juicios que el coach tenga. Más aún, si no cuenta con las distinciones completas entre los extremos entre la timidez y la arrogancia. Los juicios se forman desde lo que somos y desde allí tratamos de construir con el otro, un mundo de posibilidades.
En las relaciones sociales y en el comportamiento organizacional quizá sea común que ocurra que veamos una cosa por otra. Las mal-interpretaciones son una evidencia de eso. Y es que la observación que lo que sucede tenga mucho que ver con la capacidad de escuchar que hayamos desarrollado. Y es que en la observación del otro desde lo que somos, es que podemos activar la escucha plena, completa, desde la humildad. Y en esa observación que nos permite escuchar mejor, podemos entonces entender que la humildad sea el opuesto de la arrogancia como usualmente nos enseñan, sino que sea la timidez. Según el diccionario a la humildad se le opone la soberbia, complicando el panorama. Humildad, timidez, soberbia y arrogancia. Varios opuestos y varias interpretaciones que sin dudas, el saber o no le pueden hacer la diferencia a una persona. La humildad y la arrogancia son, a mi entender, decisiones. La humildad es una decisión consciente acerca de las luces y sombras que nos acompañan como seres humanos. La soberbia se hace desde un ego crecido que nos ubica por encima de los demás. Las decisiones de ser humildes o soberbios las hacemos desde lo que hemos vivido y desde la capacidad que tenemos de enfrentar los espacios más oscuros o luminosos de nuestro ser. (Ambos suelen hacer daños dependiendo de lo que hagamos con ellos).
La humildad nos permite reencontrarnos, re dibujar nuestro propio mapa de vida y avanzar en el entendido que somos en parte aquellos que no vamos a cambiar y todo aquello que nos pertenece para ser mejores, y avanzar. Contar con el juicio correcto desde la humildad, nos permite ser mejores observadores y así, ser mejores escuchadores y desde allí, podemos ser mejores personas en función de la capacidad que adquiramos de ayudar a otros a ser mejores personas también.
Desde la humildad, el gerente-líder, ya sin la apetencia del ego, es que puede construir equipos de trabajo conectados y sistémicos, proactivos y positivos. (No vaya a ser ahora, que confundamos a la timidez con la humildad.)
Alberto
1 comentario:
La persona que opte por el puesto de gerente debe tener ciertas características como la capacidad de liderar, de escuchar pero sobretodo ser justo, objetivo y respetuoso. Aunque ésta última debería ser primordial para todas las personas de cualquier carrera y en toda circunstancia, la misma se ha perdido con el tiempo. Hoy en día ser gerente se ha convertido en estar por encima de todos y ver a quien está a tu lado por encima del hombro. Este tipo de personas no se percata de que quizás donde están sus vacíos y sus fallos, la otra persona puede completar porque es su fuerte.
En mi experiencia personal, he pasado por situaciones en las cuáles he sido víctima de los "prejuicios" de los demás y han subestimado mi preparación o mi capacidad de análisis, como también yo he fijado "etiquetas" en los demás y me han sorprendido en que son excelentes personas con las que puedo contar. Pienso que debemos tener la mente en blanco cuando conocemos a alguien. Nosotros también debemos tener buenos principios y valores para que ellos sean los que escriban en esas hojas blancas el criterio, sin alejarse y recordando que somos nadie para juzgar a los demás, solamente que somos dueños de decidir si quedarnos o retirarnos.
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