lunes, febrero 24, 2014

Ciclo de la reflexión positiva

Cuán difícil resulta escribir de bienestar, cuando mi país pasa por uno de sus momentos más difíciles de vida republicana. Ya tenemos varios días de protestas, donde ha habido heridos y algunas personas han perdido la vida. El hecho es que en la medida que más difícil se nos hace hablar en positivo, es cuando  más importante es. Todos están centrados en los problemas y no logran conectarse con lo positivo. Vivir solo en lo negativo nos conecta en una espiral de malestar que no sabemos dónde pueda llegar a terminar.

Cuando uno escribe desde el dolor suele suceder que las letras y frases se asocien con tales emociones. Sin embargo, siempre podemos conectarnos desde el observador de nosotros mismos que podemos llegar a ser, vernos escribiendo,  y así aislarnos por un momento para poder colocar en perspectiva nuestras emociones; cuando eso falle y nos afecte como observador, podemos nuevamente colocarnos como el nuevo observador de éste (nosotros), que ahora sufre y padece también. Este modelo  de la acción y resultados, puede servir para algunos, para re encontrar su propio centro y ser más objetivo en la elaboración de juicios que derivadas del dolor, puedan surgir.
Fig. 1 Imagen elaboración propia basado en el modelo de Echeverría del observador

Si bien es cierto al parecer, que las emociones son posteriores al pensamiento y a la conversación interna, también es verdad que su aparición genera pensamientos, que tienden a acciones que buscan tener algún resultado. Corremos el riesgo, ya como manadas de personas en el dolor, actúen de forma incontrolada, o no reflexiva. Y ocurre que todos vemos lo mismo, sentimos lo mismo, pensamos lo mismo, y aunque haya alguien que como observador nos llame a la cordura, lo llamemos incomprensivo. En estos momentos aciagos, es mejor desarrollar la reflexión consciente como competencia latente que todos tenemos y permitirnos estar con nosotros mismos pero ahora como observadores de nuestros propios pensamientos y emociones.  Los seres vivos acometen acciones y obtienen resultados; el hombre, poseedor de la reflexión, puede observarse a sí mismo actuando, lo que lo hace responsable de sus actos y en su propia libertad. Las acciones colectivas acallan la reflexión individual lo que hace difícil romper con la espiral basada en lo negativo donde solo existen acciones en la búsqueda de resultados específicos.

Dice Rafael Echeverría (Echeverría, sf), que la capacidad reflexiva del leguaje humano nos convierte en seres abiertos a las experiencias de la conciencia y la razón.  Sin meterme en honduras filosóficas, he recordado a Descartes con su “Cogito ergo sum”, que como fue traducido dice que primero pensamos y luego aceptamos conscientemente nuestra existencia. La palabra y el pensamiento interno es primero; ese es el gran poder de la inteligencia humana.  En resumen, somos seres conscientes porque hemos podido reflexionar antes sobre ello.  “La conciencia y la razón son tributarias de la capacidad reflexiva de los seres humanos” (Echeverría, SF).

En la acción reflexiva, plantea Echeverría, existe temporalidad. Según el modelo del observador, la acción conduce a un resultado. La reflexión en la acción nos indica que como un proceso, podemos ser reflexivo antes de la acción, como si fuese un insumo y luego al final de la acción como parte del producto terminado. Aún más, plantea que podemos ser reflexivos durante la acción, lo que hace el proceso mucho más importante. Siendo la reflexión, como mirarse en un espejo, entonces no cabe dudas que podemos tener control sobre lo que vamos accionando. Es allí donde la psicología positiva pudiera agregar un factor al modelo. La conciencia reflexiva también puede buscar insumos en el inventario de emociones positivas que hayamos desarrollado. La conciencia plena de que somos seres corporales, emocionales y lingüísticos nos hace entender que en la reflexión consciente y plena intervienen los tres ámbitos simultáneamente. La corporalidad y la emocionalidad se verán afectados de cómo vaya siendo, pensando y reflexionando. Las acciones  negativas, y permanentes en el proceso reflexivo nos conducirán a una espiral de malestar.

Se puede ser justo, solicitar se respeten nuestros derechos, se puede legalmente  plantear nuestros ideales; lo que no podemos perder es la capacidad individual reflexiva y consciente. Solo así y en la fase primera de la reflexión previa a la acción es que podamos incorporar las emociones positivas que se requieren, para no actuar desde la arrogancia, la desesperación o la rabia, sino desde la bondad, el respeto y la tolerancia.
El dominio y el entendimiento de las instancias reflexivas y las emociones positivas, y su práctica constante y deliberada nos conducirán al desarrollo de la reflexión autónoma, ya no basada en la emoción del colectivo, sino desde nuestra propia realidad y conciencia. Y si esto nos parece paradójico, siempre podremos colocarnos nuevamente, como observador de nuestro propio proceso transformador.  

Por último, dado el modelo reflexivo, siempre nos podemos ver reflexionando en la acción a través de un proceso reflexivo y así consecuentemente cada vez que se requiera ser objetivo. Mucha falta nos hace ahora, tener “dominio” sobre nuestros dominios, (Emoción, corporalidad y lenguaje). Solo la reflexión en la acción en conjunto con el uso de nuestras emociones positivas nos facilitará aproximarnos a la paz y a la ambición de un mundo mejor, compartido y solidario.

Lecturas:
Echeverría, Rafael (sf). Ciclo de la reflexión. Tomado por Indelser del Programa para la Formación de Facilitadores y Coach, de Newfield Consulting del autor. Disponible en,

Investigado en Febrero 2014

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