Transferencia inversa
Hace como veinte años atrás, habría de realizar una de las aventuras más interesantes en toda mi vida, sin lugar a dudas.
Trabajaba en una oficina de ingeniería y construcción, y pertenecía al departamento de arquitectura e inspección de obras. Éramos tres arquitectos, dos chicas y yo; ellas un poco más jóvenes que yo, con el entusiasmo de la vida nueva, de recién graduados.
Resulta que la menor de ellas estaba de novia de un hacendado del estado Monagas, lindero del rio Orinoco, uno de los más grandes del mundo; el tercer rio más caudaloso del mundo, luego del Amazonas, también en Suramérica y del Congo, en África, con un caudal de 33.000 m3 por segundo.
Por supuesto, invitó el caballero hacendado a su prometida a que realizara un campamento en el Delta, o desembocadura del río, en el mar Caribe, en uno de sus brazos. (Que luego supe se llamaría el Caño Mánamo. Palabra indígena) ,y que además había sido modificado por una suerte de diques que controlaban el flujo del agua, para hacer de alguna forma, utilizable las zonas anegadizas cerca de la capital del territorio Delta Amacuro, donde se encuentra precisamente el Delta del Orinoco. (Los detalles son otra historia)
-“Alberto, te invito una semana a un viaje por el Orinoco, en el Delta Amacuro”, me dijo una tarde.
Yo siempre he sido un tipo citadino, que no le gusta acampar en la playa por que no le gusta dormir con la sal en el cuerpo, que no duerme en cabañas porque no le gustan las arañas, ni los zancudos, ¿dormir en la selva?
-“¿Y no hay arañas monas, culebras Anaconda que se tragan a la gente de un bocado, y enfermedades?, -le pregunté.
La verdad es que no tuve muchos argumentos frente a los suyos, y en lo que me daba cuenta de lo arriesgado que sería el viaje, ya estaba montado en un avión, que nos llevaría a Maturín, la capital de Monagas.
La verdad que fueron dos viajes, uno más mágico que el otro, que sumarían dos semanas en la selva, pero para los efectos del post, contaré como si fuese uno.
De Maturín bajamos hacia el sur, buscando el río Tigre, afluente del Orinoco, por el caño Mánamo, luego de los diques. Supe, que algo pasaba, cuando nos bañamos en el rio en una de las primeras estaciones. Éramos entonces, tres parejas, seis personas y el guía o baqueano.
-“Caminen en el rio, moviendo los pies en la arena, no nos separemos de un grupo, si sienten pellizcos, no se rasquen, y si se cortan, salgan de inmediato, no se alejen al centro del río” (Menos mal que no pregunté por las recomendaciones, porque luego supe, que arrastrar los pies era para espantar a las “rayas”, un pez plano de agua dulce que se parece al de agua salada, porque tiene una pinza envenenada en la cola, que lo pellizcos podían ser “caribes” una especie de piraña, pero al parecer reaccionan con la sangre, y que estar en grupos, nos protegerían de los caimanes).
Menos mal que esto fue en el segundo viaje, en el primero hubiera muerto del miedo.
Al cabo de un día, luego de una aparatosa conexión entre un río y un caño, entre olas y remolinos y a las tres horas siguientes, llegamos a un asentamiento indígena “Warao”, llamado “Yabinoco”. (A los europeos que me lean les va a parecer interesante la vida en la selva)
Yabinoco vendría a ser nuestro asentamiento por esos días a los que nos alejaríamos ya a la salida al mar Caribe frente a la Isla de Trinidad, donde los mares se juntan, y crean una de las corrientes más furiosas del planeta, y llamada por Cristóbal Colón, el “Paso del Diablo”.
No hubo accidentes, ni tarántulas (arañas), ni culebras traga-gente, como la Anaconda de la película. No es que no hubiera, sino que coexistimos esos maravillosos días.
Este post no es de aventuras, sino de transferencia inversa, pero en el registro de la memoria para hacer una introducción, me ha venido a la mente esta historia significativa para lo que voy a narrar:
-“Si me preguntan qué fue lo mejor del viaje, quizá diría que los miedos superados, ya que un citadino puede vivir en la selva, quizá otro punto sería que no quería ir, y a los quince días no me quería regresar, o quizá la vida al aire libre, o bañarse en el caño negro y profundo. Pero no. Lo que más recuerdo es la magia de las mareas."
Las mareas, producidas por el día y la noche o por la luna, hace que la dirección de las aguas cambie. Y descubría que no era solo en el Mánamo sino en todo el Delta. Un día que fuimos a “Pedernales” un pueblo que no tiene carros, solo calles, llegamos en la lancha y paramos en el muelle, en la mañana. En la tarde, ya estaba encallada la lancha en la arena, varios metros hacia abajo, y tuvimos problemas para regresar. (quedamos a la deriva por horas frente al paso del Diablo, y nos llegó la noche, pero eso amerita otra historia)
Hubo días que nos quedamos en el asentamiento, solo a compartir y aprender. Me paraba muy temprano y veía el agua fluir en un sentido. Al tiempo, se detenía y comenzaba a fluir en forma inversa, y hacía que los niveles del agua aumentaran considerablemente. Las mareas marcaban toda la vida de los indígenas, su transporte, el comercio, los juegos. La verdad, es que recuerdo mucho, que luego de muchas horas de fluir, se detenía y se regresaba. Algo como la transferencia de una fuente agua a otra, pero al revés.(Como poner la misma película pero en reversa)
Esta historia inmensa en aprendizaje para mi, pudiera ser objeto de un cuento o un ensayo aparte, pero solo por ahora, es la introducción a la noción de “transferencia inversa”, pero esta vez de conocimiento y no de fluidos.
Resulta que según lo leído, ha habido tres grandes revoluciones en el mundo, aparte de aquellas relacionadas al conocimiento. La revolución agrícola, la revolución industrial y la revolución de la información y la comunicación. Agregaría los grandes cambios que tuvo en conocimiento, la invención de la escritura, el primer libro chino, la invención de la imprenta de Gutenberg y la invención de Internet por los años 87. Pienso que en todos los casos existían maestros y aprendices.
No creo que el fenómeno que observo como docente se haya repetido en algún tiempo anterior o en alguna época, o en alguna otra revolución. En transferencia de conocimiento siempre se ha escrito, que ocurre de maestros a aprendices. Siempre un aprendiz se colocaba a trabajar con un maestro para aprender las artes y el “oficio”. Transferencia tácita-tácita, como cuando el padre enseña a nadar al hijo, o a montar bicicleta.
Con la aparición de Internet por los 87-90, se creó una generación de tecnólogos natos de la información y la comunicación, que a diferencia de sus padres, aprendieron al manejo temprano de ordenadores, sistemas operativos, medios de comunicación y de la información disponible, a través de las redes y más tarde, a través de las redes sociales. Esta generación tiene ahora como máximo, entre 23 y 30 años. Son los estudiantes de las universidades o jóvenes profesionales que crecieron en las tecnologías de información, a diferencia de sus padres y maestros, que no.
Es por eso que los han llamado “Nativos Digitales” y a nosotros, si tuvimos la capacidad de aprender, los “Inmigrantes digitales”. Hay casos, que no quisieron evolucionar y aprender, o no tuvieron la oportunidad de hacerlo; ellos son los “analfabetas digitales”.
Lo paradójico es que los inmigrantes y analfabetas digitales le imparten clases a los nativos. En algunos casos, como hablando un segundo idioma y distanciándolos de la realidad tecnológica.
Esto solo pasará en esta generación, nunca antes en la historia del mundo y quién sabe si nunca después. Es la generación de transición. La siguiente, dentro de veinte años, serán los nativos digitales adiestrando a mas nativos digitales; los inmigrantes estaremos de retirada, o escribiendo nuestras experiencias en este extraño ciclo.
En esta generación de transferencia inversa, he visto entonces a los nativos de 23 años dándoles cátedra de tecnología a los inmigrantes. Pues existe algo que por mucho que aprendamos, en que no podremos superar a los nativos; y es que no nacimos en la era de internet. Porque en estos 23 años de revolución tecnológica, he visto como el fluir del conocimiento tecnológico se detuvo, para fluir en dirección inversa y mientras dure esta generación. Porque a nivel de conocimiento, sin dudas, es la época de la transferencia inversa de las tecnologías de información y comunicación. Algo como en las mareas del Delta; el conocimiento que fluye de nativos a inmigrantes, en sentido inverso.
Algunas fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/R%C3%ADo_Orinoco
Fuentes de las fotos:
http://members.fortunecity.es/cormotur/Galeria/Fotos_Uracoa.htm
http://cid-5b42cd07efe640ea.skydrive.live.com/browse.aspx/.res/5B42CD07EFE640EA!962?ct=photos
Promotor de la idea de que un Facility Manager es un profesional integral, que va mas allá del medio inmobiliario, para facilitar procesos en la gerencia general y en el mundo industrial, manufacturero y de producción. Me adhiero tambien a la definición de Consultor Artesano, que trabaja desde los parámetros y herramientas del cliente, y construye cambios o mejoras, a partir de los materiales que dispone la empresa.
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1 comentario:
Gracioso artículo! Me encanto la forma de decir que nunca es tarde para aprender como fluye el río así tienen que fluir nuestros conocimientos! Cada día es un nuevo aprendizaje!
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