lunes, enero 24, 2011

La primera vez. Post #250


Nunca he copiado de otro Blogger para "colgarlo en mi blog", por lo menos nùnca, sin hacer referencia. Siempre he tratado de generar contenido.
Sin embargo, siempre hay una primera vez. ¿Y por què se hace?

a. Porque esta es mi casa, y "soy blogger, soy libre"
b. Porque el autor, Manel Muntada, me dijo que "serìa un honor, si lo hago"
c. Porque el 28 de Enero se reunen los Consultores Artesanos de España, en Bilbao para hablar de honorarios artesanos
d. Porque he querido hacerles un reconocimiento a la reuniòn artesana, a la espera que coloquen "streaming" para poder oirlos.
e. Porque soy Consultor Artesano, creo en la inteligencia colectiva y en la creacion compartida.

He aquì un excelente post de mi amigo Manel Muntada de su Blog, "Cumclavis
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El Valor del Trabajo

"Si fuera fiel a la tradición marcada por mis antecesores afirmaría con la mirada puesta en el infinito que trabajo y, a lo largo de los años, he trabajado mucho… Pero si me ciño a tal y como yo lo veo y me dejo de nostalgias genealógicas, lo que me atrevo a decir es que he dedicado y le sigo dedicando muchísimo tiempo a mi trabajo.

Cualquiera que me conoce bien sabe que esta dedicación no me ha llevado a amasar ninguna fortuna y que voy tirando, como quien dice, con lo puesto, en este continuo dar y recibir en el que se ha convertido mi vida.
Yo me gano la vida como consultor. Con eso me refiero a que la consultoría no es para mí algo a lo que dedicarle parte de mi tiempo libre, un extra a otra entrada fija, no. El ejercicio de mi profesión supone el 100% de mis ingresos. Ingresos que utilizo, en gran medida, para seguir trabajando de la manera en que creo, gusta y me gusta hacerlo. A esta forma de oficiar algunos le llamamos Consultoría Artesana, una “manera de hacer” centrada en los rasgos particulares de cada cliente que requiere de mucha imaginación, de no poca dedicación y que vendría a ser el equivalente de la fórmula magistral en la farmacia antigua frente a la actual venta industrial de medicamentos, muy útil todo, sin lugar a dudas, pero aplicable a casuísticas distintas.

En mi caso, todo lo que percibo de mi vida gira centrípetamente entorno a mi trabajo, de la misma manera que mi trabajo genera, a la vez, un movimiento centrífugo salpicando mi manera de interpretar [por no decir “vivir”] mi vida. Contrariamente a lo que pueda suceder en otros casos, en el mío lo considero una gran suerte. Esto de trabajar con personas, en el desarrollo de sus equipos y, en consecuencia, de las organizaciones de las que son responsables, me permite tenerlo todo en un paquetito, confiriéndome una sensación de unicidad muy diferente a las disyuntivas y divisiones personales que veo a mi alrededor.

Además, de alguna manera le confiere un punto de eficiencia a todo lo que hago. Mis relaciones sociales, lo que leo, ya sea narrativa o ensayo, la música que toco o la que escucho, en suma, todo lo que hago estimula una reflexión que se ha vuelto continua y que repercute directamente en mi actuación profesional. De hecho, este blog es, entre otras cosas, un sistema de drenaje que me permite liberar ciertas reflexiones en forma de conclusiones [concluestiones, para ser más exacto…]

Sea como fuere, ofrecer un servicio digamos artesano [esto es, singular a cada caso, arriesgado, atento a los cambios del entorno, empático con la persona a la que se atiende, sensible a los avances conceptuales y tecnológicos] requiere al menos en mi caso, de una inversión de recursos distinta de la que realizaba cuando distribuía servicios de consultoría prêt-à-porter y que, de manera periódica y recurrente, me plantea una reflexión sobre el valor económico del trabajo que realizo, ya que supongo que a nadie se le escapa que un servidor trabaja principalmente para ganarse un cuartos que le permitan canjearlos para mantener sus constantes vitales y sociales en valores normales, descansar cuando más lo necesite y evolucionar en un modelo profesional que, como estoy comentando, requiere de una estimulación mental diversa y prácticamente continua.
Personalmente dispongo de una relación de precios heredada de mis tiempos de empresa y que vinculan la hora con la tipología de servicio o la característica de la tarea realizada [por ejemplo: la hora de formación, de asesoramiento o de trabajo de despacho, desplazarme, etc.].

Hasta el momento la he utilizado rigurosamente para realizar mis propuestas económicas, sospecho que obedeciendo a la posibilidad de justificar el precio de un servicio determinado si fuera el caso que se me requiriera para hacerlo. Esta manera de hacer ha convivido durante años junto a emociones como la irritabilidad que me ha producido en alguna ocasión el que alguien divida el coste total del servicio por el número de horas presenciales realizadas [obviando el diseño, la formalización, talla o experiencia del consultor] o la sensación de ruina vital que produce el sentirse como un taxímetro.

Actualmente estoy cambiando esta manera de proceder y dejar de hacer hojas de cálculo contabilizando horas y precios para pasar a establecer un valor fijo por proyectos o por sus componentes, ya que suelen estar, la mayoría de ellos, dentro de unos estándares de esfuerzo que la experiencia me permite incluirlos en una gama de clusters determinados. De este modo, aunque no se aleje de lo que he estado valorando hasta ahora, al menos me libro de esta sensación incómoda de pesar el valor del trabajo que realizo colocando solamente en el otro platillo algo tan insulso para un servicio artesano como el tiempo dedicado en realizarlo.

Personalmente discrepo del síndrome de Robin Hood a partir del cual alguien decide que el valor de un servicio determinado es más caro para quien puede pagar más, permitiéndole de este modo ofrecer servicio a alguien con menos posibilidades. No me siento en absoluto un justiciero iluminado con el don de la distribución social a partir del cual atribuirme la misión de hacer el bien pero con el dinero de otro. Desde mi punto de vista, el trabajo realizado tiene un valor independientemente de a quien se dirige y, de querer que un servicio sea accesible a alguien con pocos recursos económicos, lo asumo por mi cuenta y riesgo.

Pero, quizás la idea principal que quiero trasladar en este post es que, aunque mis ingresos dependan de ello, no todo mi trabajo lo hago por dinero. A lo largo del año llevo a cabo muchísimas horas de consultoría efectiva tan sólo por el interés que despierta para mí el proyecto, por el aprendizaje que puede suponer, porque la organización aunque lo necesita no puede realmente costearlo o, lo que suele ser más frecuente, por el compromiso y gratitud que me despierta un cliente al que respeto y por el que me siento respetado. Aunque a alguien le pueda parecer poco inteligente, es lo que me sale y es como creo que ha de ser…"

Tomado textual del blog de Manel, que dice que es Creative Commons

1 comentario:

Manel Muntada dijo...

Gracias Alberto! Al final, ciertos compromisos personales me han impedido asistir al taller artesano en Bilbao que, por lo que parece, està dando muy buenos productos.
Un abrazo,