martes, marzo 17, 2015

La paradoja del buen orador


paradoja
nombre femenino
1.     1.
Dicho o hecho que parece contrario a la lógica.
"perseguir la paz con la violencia es una extraña paradoja; la paradoja es que los denunciados son más honestos, legales y admirables que el pretendido mundo exterior, oficial y legalizado"
2.     2.
LIT
Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones que aparentemente envuelven contradicción.
"“nacer para vivir muriendo” es una paradoja"
Fuente: Biblioteca de Google (2015)


Una vez estuve en una conferencia, que realmente estuvo impactante. La capacidad de comunicar del orador era impecable, divertida y corporal. Sin embargo, al salir, alguien le preguntó a mí acompañante:

-¿Cómo estuvo?, preguntó

-Excelente, dijo ella

-¿De qué trató?

-No sé bien, pero lo hizo excelente…

Tener dominio de la voz y de la escena, no nos convierte en buenos oradores. Debemos poder, entrar en el mundo de las personas que nos escuchan, facilitarles procesos de aprendizajes, crear nuevos mundos emocionales que les muestren nuevos conocimientos y realidades.
La paradoja del buen orador es, que se es mejor orador, en la misma medida en que nos convertimos en mejores escuchas, . Porque hemos dicho, que el que escucha es quien valida al orador, y en ello va la capacidad de interpretar al público que lo escucha, al respeto que da el reconocimiento del “otro”, y a entender al contexto. Es por eso, que a partir de este año, los talleres que imparto de Comunicación y Oratoria, tengan como base los conocimientos ontológicos del lenguaje, en el saber escuchar. Escuchar es, percibir e interpretar.

La percepción se hace a través de nuestra biología, de nuestra realidad biológica, mientras que la interpretación se realiza por medio de nuestros valores, lo que hemos vivido, lo que pensamos y lo que las cosas son. Vivimos en mundos interpretativos, (Echeverría, 2003), y en función a ello, cada quién percibirá el mundo desde su propia realidad, en su propio momento. Este enunciado, definitivamente es paradójico desde el punto de vista de que el orador llega a un lugar a expresarse ante la gente, no a ver desde donde escucha, y como lo interpretan.

Sin embargo, quizá este principio, venga a ser lo más importante para ser un buen orador:

 ¡debe aprender a escuchar primero…!.

 ¿Y cómo aprende a escuchar?

Pues según Echeverría, (2003), son cuatro los pasos o actitudes para desarrollar esta mega competencia, ellos son:

  •      Verificar al escucha. Le preguntamos al otro, si puede parafrasear lo que dijimos y así observar en que cosas nos diferenciamos y que otras distinguimos como iguales. Igualmente el que escucha, valida al orador desde su propio mundo interpretativo. ¿Para qué hablamos?, pues para ser escuchados. Esta serie de eventos hace que el “otro” sea reconocido como un valido “otro” y desde allí, nazca la comunicación efectiva, tan importante en organizaciones y en política.
  •     Compartir inquietudes. Cuando hablamos, lo podemos hacer desde un mundo de “intenciones”, que no conducen al final a ninguna parte, o desde el mundo del compartir aquellas cosas que nos inquietan y que juntos podemos diferenciar.
  •      Indagar. Se trata que al reconocer al otro, como auténtico, y entonces se realicen las preguntas adecuadas para poder llegar a saber más del orador. La indagación es como una “danza” de preguntas y respuestas. Es a través de la indagación que podemos aprender de las cosas buenas que sabemos hacer y su aplicabilidad en las organizaciones o en la vida cotidiana.
  •     Hacernos cargo de las brechas. Si estamos en mundos interpretativos, y las cosas son como cada quien las percibe, entonces podrá pasar que existan diferencias. Esas diferencias en esta nueva comunicación ontológica es vista como brechas que separan a dos que conversan. Desarrollar la escucha es hacerse cargo de las brechas y disminuir los espacios que nos separan cuando nos comunicamos.

Otro aspecto del buen orador convertido en buen escucha, tiene que ver con el manejo de los tres dominios ontológicos; el lenguaje, el cuerpo y las emociones. Desde el conocimiento del cerebro triuno, (o los tres cerebros del hombre), podemos entender que como una buena oratoria no solo depende de la actitud, del manejo del cuerpo, del mensaje, sino de lo que les hacemos sentir en un mensaje determinado. Ya no se trata de hacerlo sentirse emocionado, olvidando el tema, sino a través del tema, sentirse emocionado. Los mensajes que nos hacen sentir emociones positivas, nunca serán olvidados y es a través de ellos que recordaremos los mensajes. Allí radica la diferencia en la nueva comunicación.

El cerebro más antiguo es el llamado “cerebro reptil” y donde se alojan las reacciones corporales para la vida, y antes, para la supervivencia. El cerebro animal, o límbico contiene o genera las emociones primarias, aquellas que también observamos en animales desarrollados. Por último, el neo-cortex tanto en su lado derecho e izquierdo controla el lenguaje y es desde allí, que podemos distinguir afirmaciones, declaraciones y juicios. La palabra es transformadora y genera acción. El buen orador debe saberlo también, y hacerse responsable por lo que dice y a quién lo dice.

El nuevo orador, ya constituido con una mejor capacidad para escuchar, (lo que lo hace así mismo, aprender a ser humilde…), aprende a manejar coherentemente sus tres dominios y los reconoce funcionando desde su cerebro triuno. El buen orador, ahora, es capaz de entender el poder de la palabra, y construye ideas y conceptos, en función de la validación de quien lo escucha y en sintonía absoluta con la capacidad que solo se desarrolla desde la humildad del que aprende a ser mejor cada día, en cada evento, en cada mensaje, en cada mirada, en cada lágrima.  El nuevo líder, no  entrega la carreta para que alguien se desplace; se monta en la carreta y tira del caballo, acompañando al pasajero en su desplazamiento.

Recomiendo leer, también


·                     Echeverría, Rafael. (2003). La Ontología del lenguaje. Editorial Sáez: Chile.
Recuperado en Sept. 2014 y disponible en pdf en,
https://www.google.co.ve/webhp?source=search_app&gfe_rd=cr&ei=5nYpVKjLJMXd8gfB3oGQDw&gws_rd=ssl#q=echeverria+ontologia+del+lenguaje+pdf
·                     Lindner, Alberto. (2014) Todo es cuestión de aprender a escuchar. Disponible en,http://facilitymanager.blogspot.com/2014/11/todo-es-cuestion-de-aprender-escuchar.html
·                     Lindner, Alberto. (2015) Aprender, Observar, escuchar, Indagar y conversar Disponible en: http://facilitymanager.blogspot.com/2015/02/aprender-observar-escuchar-indagar-y.html
·                     Maturana, Humberto. (2014) Semblanza en wikipedia. Recuperado en Sept. 2014 y disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Humberto_Maturana


Nota: “escuchador” no existe en el diccionario. Oir es oidor, como ver a veedor. Hablar es a orador, como la escucha es a ¿“escuchador”?

1 comentario:

GustavoPinero dijo...

Considero muy cierto todo lo que se expone. Me ha tocado ir a charlas de profesionales que saben mucho del tema que están exponiendo pero que no lo hacen de la manera correcta, es decir, no saben transmitir todos sus conocimientos a pesar de que los dominan a la perfección. También he ido a charlas donde la persona tiene muchas facilidades para transmitir sus conocimientos pero que en este caso no conoce mucho del tema y ocurre que cuando se acaba la charla, no le queda a nadie ningún tipo de información, solo que la persona que expuso "tenía oratoria". Considero importante que se tiene que aprender a escuchar primero, si se aprende a escuchar bien y no solo a oír, se aprende luego a saber como trasmitir los conocimientos y experiencias que se tengan; tiene que ser visto como un todo, no soló manejar la oratoria o la información, se tiene que ser capaz de hacerle llegar a las personas la información de una manera que la puedan guardar para de esa manera lograr el principal objetivo, crear interés en el oyente.

Muchas gracias profesor,
Gustavo Piñero