miércoles, junio 24, 2009

Villa "Esperanza"

“Debió haber sido como a las seis. Lo recuerdo por la humedad que bajaba del cerro siempre como a esa hora y porque ya estábamos relajados hablando de lo que pasó en el día, los problemas y de “todo un poco”.

Éramos cuatro y estábamos construyendo el cuarto piso de una torre de oficinas en el este de la ciudad. Ya para entonces tenía los “galones” (descripción militar para jerarquía), para poder estructurar el equipo de trabajo. Me gustaba, al construir obras importantes, mezclar en las responsabilidades a ingenieros y arquitectos; por lo que en total, fuimos dos arquitectos y dos ingenieros.

Esa tarde, hablamos de arquitectura. Yo trataba de explicarles de la transferencia de conocimiento y de cómo uno que fue discípulo de otro, que fue a su vez discípulo de un famoso, podía decir que había aprendido cosas de aquel, indirectamente. Es así, que con orgullo, les decía que “indirectamente” mis maestros habían sido Carlos Raúl Villanueva y Mies Van der Rohe. Dificil de explicar para mi entonces, sin los conocimientos de “La conversión del conocimiento de Nonaka y Takeuchi, (1993), que ahora tengo.

Entre tantas cosas, llegamos a hablar de famosos diseñadores que llegaron al país a desarrollar grandes obras en la primera mitad del siglo 20. Es así como llegamos a mencionar a Gio Ponti, un arquitecto, diseñador industrial, artista y publicista, que supo combinar las artes y las ciencias, construyendo entre otras, la torre Pirelli, en Milán, como una de sus obras más importantes.
-“En Caracas el construyó una villa importante y diseño desde los cubiertos, los muebles hasta la villa. Dicen que es una bella casa”, dije.
Ramón, que es arquitecto y ahora vive en Nueva Zelanda, luego de un breve silencio dijo:

-“Esa es la casa de mi abuela” (Los dueños no tuvieron hijos, por lo que debió ser un sobrino-nieto, que la llamaba abuela)

Mis cejas que habían estado acompañando a mis ojos durante la plática, se alzaron por encima de ellos como dos centímetros, a la par que mi boca se entreabría, (Como de asombro, pues!)
Ramón al verme la cara, nos dijo que iba a hablar con su abuela para programar una visita y para que nos enseñara la casa de Gio Ponti, en una visita guiada.
Pasó el tiempo, como quién espera por algo, y al término del pensamiento dijo:

-“Mi abuela nos invita a almorzar el miércoles”

Al final, solo fuimos Ramón y yo al encuentro. Nos fuimos en su carro, y subiendo por una de las altas montañas de Caracas, por su lado sur, llegamos a la Villa. (En Caracas tenemos el Cerro El Ávila,en el norte, que nos recuerda diariamente nuestro compromiso con la responsabilidad ambiental. Sus mejores vistas son de lejos, desde el sur).

Recuerdo que se llega de lado, para ver el mejor el perfil, altivo, blanco de la villa. Un gran volado estructural recibe al visitante, junto con tensores, volumen y espectaculares jardines.
Ramón tocó la puerta y la abrió la misma dueña, una señora mayor, de rasgos finos y con expresión amable, esa que obtiene por el paso de los años cuando se ha vivido con esperanza, salud y felicidad.

-“Hola abuela, te presento a Alberto, mi jefe”, fueron sus palabras.

La amable señora nos llevó al centro de la casa, (No he querido ver fotos de la casa ni volverla a visitar ahora que es un museo, para poder describir lo que realmente selló mi memoria con la visita).
Era un espacio amplio, alto, blanco, donde se podía apreciar un gran jardín interno, limitado por una gran pared a doble altura que cobijaba un mural de cristales. A un lado, la sala, un espacio que va a una escalera, un comedor perfectamente arreglado con mantel de lino con vajilla y cubiertos, y a mi espalda, una escalera pequeña que conducía a una puerta grande de madera.

-“Aquí fuimos muy felices. El partió hace un tiempo, pero todo está exactamente en su puesto, tal como el arquitecto nos indicó, y así se va a quedar por todos los tiempos”

Todo estaba en su puesto. Ponti había diseñado todo, y cuando se dice todo, es todo; los muebles, la casa, los accesorios, la vajilla, la cubiertería, los vasos, todo.
No se veía Caracas desde este gran espacio, una gran pared dividía la zona de servicio de la entrada. A lo mejor quería que la villa viviera hacia adentro.

Recorrimos la casa, según lo acostumbrado (le encantaba hacerlo y siempre estaba impecable, pulcra). Me imagino que en esta ocasión, vivimos más de las costumbre de los dueños, por estar el nieto presente.
Puedo recordar claramente cinco partes de la amable visita, el estudio, los dormitorios, las flores, el almuerzo y el techo de la casa.

El estudio
Me decía la amable señora que en la construcción hubo que negociar mucho. Al arquitecto no le gustaba la caza, y el dueño era cazador. Y así vi como se negoció. Al entrar al estudio, se podía apreciar un ambiente casi inglés, sobrio, con mucha madera, libros, luz tenue; tal cual un estudio. Sin avisar (y yo no lo sabía), le dio a un botón que estaba en la entrada y vi ante mis ojos la transformación de un espacio en otro. Las grandes bibliotecas dieron vuelta sobre su eje, para dejar salir a grandes trofeos de África. Toda una transformación que quizá solo duró, tres minutos. Ahora era otro espacio, intenso, duro. Fue la forma en que todos estuvieron de acuerdo.
Los dormitorios
Recorrimos la casa y con gran gusto, me explicó cómo se diseño el armario o closet. Era el mismo concepto, las cosas, puertas, esquinas, giraban en su eje para dejar tomar los objetos que se encontraban al fondo o en espacios no utilizables. Una excelente muestra de la unión entre los diseños arquitectónicos e industriales.
Luego, como si estuviera apurada nos condujo a su jardín, la parte que más le gustaba y donde estuvo más tiempo ese día. (Al final, estaba invitado era a almorzar, lo demás fue una gentileza).

Las flores.
Así como la caza para él, así eran las orquídeas para ella. Habían cientos, y por todas partes. Ahora recuerdo, que el aroma al entrar a la casa era de las flores. Las criaba, las mezclaba y tenía aquella paciencia infinita de quién sabe que tras tres o cuatro generaciones de orquídeas, el producto que se obtendría. En el recorrido de amarillos, rojos, azules y hasta negros, se detuvo fijamente frente a una, y tras respirar profundamente dijo:

-“Esta se llama como nosotros. Es nuestra creación, no existe en otra parte”

El almuerzo.
El almuerzo fue en un pequeño comedor al lado de la gran pared, entre la cocina y el jardín interno. La mesa impecable, el piso brillante que reflejaba la abundante vegetación interna. Mucha luz, pocas paredes, mucho arte.

-“Los cubiertos, los platos y los accesorios, los diseño Ponti.”

Y supe que se siente cuando el tiempo se ha detenido; casi podía sentir al artista con cara de orgullo y satisfacción por la obra realizada. No me acuerdo de lo que comí, pero seguro fue casero, sano y sabroso. Estaba más pendiente de los detalles, los cubiertos, de todo en su sitio.

El techo.
Después de almuerzo, la amable señora se despidió porque iba a reposar, que me quedara con Ramón a hacer una inspección final.

-“¿Quieres ver Caracas?”
-“¿Ya la vimos desde el jardín, no?”, pregunté.
-“No vale, desde el techo”.

Siendo sobrino-nieto, seguro que conocía los recovecos, atajos y lugares secretos de la villa. Me condujo a la parte alta de la casa, por la cocina y la zona de servicio hasta donde estaba una escalera de "gato" y una claraboya. Subimos y abrimos la tapa.
No sé si realmente subimos al techo, no me acuerdo, pero me gusta pensar que así lo hicimos, y estuvimos desde el techo de “Villa esperanza” viendo a la ciudad de Caracas, por una hora al menos.

Las construcciones albergan sueños, pasiones, amores, esperanzas. Así se puede sentir si alguna vez se llega a visitar a Villa “Esperanza”. (Villa Esmeralda o El Cerrito). Ya la señora abuela, no está, pero dejó instrucciones para que todo quedara igual, como símbolo de una vida plena y feliz, en una gran ciudad; por todos los tiempos posibles….”

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Nota: Esta historia debe haber sucedido hacia 1994, hace quince años y no había vuelto a recordarla sino hasta hoy. La memoria tiene sus capacidades y características; tiene la capacidad de almacenar todo, pero solo utilizas la parte sensorial, la impactante, la de “lecciones aprendidas”.

A veces hace falta ayudar a la memoria, y dejar por escrito los momentos impactantes, necesarios, relevantes. De allí la importancia de los diarios, de las bitácoras.
¿Qué más no hubiera descrito si lo hubiera escrito al momento?, ¿Qué otras cosas maravillosas hubiera podido describir de entonces?, ¿Cómo hubiera sido si hubiéramos tenido blogs en aquel entonces?

Ya con cuatro años de historias escritas en “Facilitymanager”, a veces me fascino, cuando en momentos de soledad y paz, acudo a los escritos pasados, y puedo volver a vivir momentos irrepetibles.

Sobre esta Villa, se ha escrito bastante, pero la diferencia es que yo lo viví, quedando marcado como huella indeleble, y traducida en recuerdos, aromas, sabores, sensaciones visuales, olfativas y trascendencias humanas. Eso es diferente. ¿Cómo se describe a una casa, incluyendo las vivencias y las emociones que allí ocurrieron?

Es un poco de la práctica, de la costumbre de ayudar al recuerdo, y por sobre todo, de registrar y documentar nuestras “lecciones aprendidas” que son nuestro principal activo, que residen y moran en nuestro conocimiento tácito, en el entendido de que quieren volverse explícitos y transformarse en prosa.

En tiempos de revolución, es difícil que nos interesemos en estos aspectos, Sin embargo algunos tenemos que hacerlo, y dejar huellas sobre aquellas cosas necesarias, que no debemos perder en el camino. Es un poco de humanidad. Por eso he llamado a Villa Esmeralda en el Cerrito, como Villa "Esperanza", como aporte a la concordia y al entendimiento posible entre los ciudadanos.

Nota: Por generosodad de un comentario de la Srta Villanueva, me aclara que los dueños no tuvieron hijos. Ramón es un sobrino-nieto seguramente, que la llamaba "abuela"

La foto es del Arquitecto Rafael Pereira quién describe la Villa en http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=451005

El documental final, pertenece a Juan Andrés Bello un cineasta venezolano que logró un premio importante en el 2008, con el documental “El Cerrito”, y que bajo de Youtube como anécdota complementaria.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola:Esto es un poco, como ya dijiste en un post de hace un tiempo, cuando explicabas la importacia de los "cuenta cuentos". Es una forma de obtener "repositorios de información" no estructurados, desde los cuales la empresa pudiera extraer sus lecciones aprendidas.

Yo creo, por lo que he visto que ustedes escriben, que las empresas pudieran tener una blog colectivo donde los gerentes de proyectos escriban sus historias. Así quedarían registradas para siempre y seguro que mucha cantidad de detalles que van a ser útiles para próximos desarrollos. Si la empresa cuenta con un Gerente de Conocimiento, éste debería traducir esto en palabras claves o en una lista de chequeo, que garantice el éxito futuro.

Voy a ver si trato de implantarlo en mi empresa.,
Gracias por la historia,
Iñaki

Senior Manager dijo...

Bonito relato Alberto, me recordó muchas cosas también de Caracas y de ese año mágico que todavía recuerdo como una época agradable... Gracias por un poco de frecura dentro de lo asfixiante de la vida.
SM

Facility manager dijo...

Hola Senior:
Me alegro que guardes gratos recuerdos de Caracas. La capital es tan atareada que a veces uno no recuerda las cosas sencillas que le ha tocado vivir como parte de su experiencia.
Los cuentos sirven, a nivel organizacionales, para contar historia, transmitir valores o para hablar de uno mismo. las historias conllevan aprendizajes que pudiesen pasar como memes, de una persona a otra.

Un abrazo amigo,
Alberto

Facility manager dijo...

Hola Iñaki:
Creo que tu sugerencia es tan buena que lo voy a proponer mañana en la empreso que asesoro. Un blog grupal, donde se planteen temas necesarios para la empresa.
Gracias por la sugerencia
Alberto

Adriana Villanueva dijo...

Hola Alberto, gracias por la mención a Carlos Raúl Villanueva como uno de tus maestros, en cuanto a esta crónica muy linda sobre El Cerrito, es extraordinario como una casa ha generado y sigue generando tanta admiración que sobre ella se escribió una novela, se han filmado documentales y se siguen escribiendo crónicas. Lo único que me hizo ruido fue "el nieto", debió haber sido un sobrino, porque los propietarios no tuvieron hijos, pero si muchos sobrinos entrañables. Su descendiente fue su casa y su legado: asegurarse que se mantuviera como ellos la soñaron y la vivieron después de sus muertes.

Facility manager dijo...

Gracias Adriana por tu visita, seguimos en contacto. Gracias por tus observaciones, ya voy a corregir en el texto original.
Alberto